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domingo, 2 de noviembre de 2014

¡Ah! y qué más daba de donde venía, le daba igual porque todo lo dejaría  atrás, y tampoco sabía a donde ir. 

Yo conocí a ese muchacho, yo que tengo más tiempo para hacer memorias que para vivir en el presente, te lo contaré a ti que tus ojos se ven tan interesados por saber un poco más de ese misterio... su alma estaba vacía pero tampoco esperaba poder llenarla con algo en la ciudad a la que acababa hoy de llegar, había poco lugar para soñar pero estaba destinado a la libertad.

Habían razones para creer en él, tenía fe en sí mismo, era fuerte, joven, astuto, quizás no tenía la inteligencia de otros, pero vaya que era agudo y perspicaz, su audacia le  bastaba para comerse al mundo. No creía en la posibilidad de crecer en el lugar donde se encontraba antes, con tod el odio que a causa de su rebeldía le tena a su padre, quien no veía más allá de sus parcelas y sus antiguas costumbres; Él quería, o al menos intentaba ver más allá de lo que sus ojos le permitían soñar.

Así era su vida hasta entonces, nada que perder, sabía que su padre nunca lo apoyaría, su madre siempre estaría a su lado.

Ahora las arrugas protagonizan en su rostro, viejo, casi ciego. ¿Qué más daba? como al principio,  no venía de ningún lugar y sólo le quedaba morir. ¿De qué serviría ahora el arrepentimiento?


Hasta la muerte.

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