¡Ah! y qué más daba de donde venía, le daba igual porque todo lo dejaría atrás, y tampoco sabía a donde ir.
Yo conocí a ese muchacho, yo que tengo más tiempo para hacer memorias que para vivir en el presente, te lo contaré a ti que tus ojos se ven tan interesados por saber un poco más de ese misterio... su alma estaba vacía pero tampoco esperaba poder llenarla con algo en la ciudad a la que acababa hoy de llegar, había poco lugar para soñar pero estaba destinado a la libertad.
Habían razones para creer en él, tenía fe en sí mismo, era
fuerte, joven, astuto, quizás no tenía la inteligencia de otros, pero vaya que
era agudo y perspicaz, su audacia le bastaba para comerse al mundo. No creía en la
posibilidad de crecer en el lugar donde se encontraba antes, con tod el odio
que a causa de su rebeldía le tena a su padre, quien no veía más allá de sus
parcelas y sus antiguas costumbres; Él quería, o al menos intentaba ver más
allá de lo que sus ojos le permitían soñar.
Así era su vida hasta entonces, nada que perder, sabía que
su padre nunca lo apoyaría, su madre siempre estaría a su lado.
Ahora las arrugas protagonizan en su rostro, viejo, casi
ciego. ¿Qué más daba? como al principio, no venía de ningún lugar y sólo le quedaba
morir. ¿De qué serviría ahora el arrepentimiento?
Hasta la muerte.
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